viernes, 13 de julio de 2007

para la lectura...........(:-(

Teoría X, teoría Y, teoría Z.

El sociólogo Douglas McGregor (1906-1964) postuló dos teorías contrapuestas en su libro El lado humano de la empresa (1960).

Por una parte, la denominada X, según la cual a una persona media no le gusta el trabajo por naturaleza y trata de evitarlo.

No es difícil encontrar ejemplos: trabajar es un castigo divino en la tradición judeocristiana.

En cualquier caso, dado que a las personas no les gusta trabajar, es necesario obligarles a ellos, controlarles, dirigirles, amenazarles y castigarles si fuera necesario para que lleven a cabo los objetivos de la empresa.

De hecho, a las personas les gusta ser dirigidas, puesto que así evitan cualquier responsabilidad; no albergan ambición alguna, sólo desean seguridad.

Recuerden, estamos hablando de un comportamiento prototípico. Puede que nadie sea así, pero eso no impide que exista una tendencia a ser así. De hecho, según McGregor “este comportamiento no es una consecuencia de la naturaleza del hombre, sino más bien de la de las organizaciones industriales, de su filosofía, política y forma de administración”.

McGregor complementó esta teoría X con la que bautizó como Y, según la cual invertir energías tanto físicas como mentales en el trabajo es tan natural como jugar o descansar.

A las personas no les disgusta el trabajo; en unas condiciones determinadas, puede ser incluso una fuente de satisfacción, aunque también una forma de castigo, claro.

En estas circunstancias, el control de un superior y las amenazas no son la única forma de lograr los objetivos empresariales; el trabajador puede autocontrolarse y autodirigirse para conseguir llevar a cabo lo que se le ha encomendado.

Su compromiso dependerá de los beneficios que obtenga, entre los que el más importante es la satisfacción personal.

Por lo general, las personas aprenden, y no sólo aceptan sino que incluso buscan tomar responsabilidades; evitar esto, junto con la falta de ambición o la priorización de la seguridad no son elementos inherentes a las personas sino conductas adoptadas por experiencia.

Además, lo normal es aportar imaginación y creatividad para resolver los problemas en el trabajo.

En cualquier caso, esta retahíla de bondades queda supeditada según McGregor a una condición superior: en la vida moderna, el potencial intelectual de los trabajadores sólo se aprovecha a medias.

Estos postulados de McGregor fueron complementados por el profesor William Ouchi en su libro Teoría Z: Cómo las empresas norteamericanas pueden estar a la altura del reto japonés (1981). Esta teoría Z combina la Y de McGregor con el modelo imperante en la empresa japonesa moderna: mucha libertad y confianza para los trabajadores, que a cambio desarrollan una lealtad inquebrantable y desarrollan un trabajo en equipo sin fisuras dentro de la empresa.

El empresario tiene que ver al trabajador como un ser humano, con vida personal y sentimientos, e integrarle dentro de una colectividad que le respete y comprende. Al fin y al cabo, es en la empresa donde más tiempo pasamos, ¿no?

¿Y cómo le puede ayudar la tecnología en todo esto? Nosotros no le vamos a indicar cuál es el mejor modelo, o cómo mezclarlos para sacarles el máximo partido. Ni siquiera tiene por qué elegir uno u otro. Pero si lo hace, si le atrae la idea o si ve reflejada su forma de gestionar su empresa en alguno de ellos, sí podemos indicarle cómo la tecnología puede ayudarle a ir aún más allá. Si su estilo viene definido por la teoría X, debe saber que gracias a la informática puede controlar hasta cada tecla que pulsen sus empleados en sus ordenadores. Así mismo, podrá supervisar el uso que hagan de Internet, los mensajes de correo electrónico que envíen e incluso sus conversaciones por mensajería instantánea. Sin embargo, sin llegar a esos extremos, puede aplicar una política de control rígido más transparente centralizando su trabajo. De igual forma que podría pedir que cada paso que den se lo notifiquen con un correo electrónico, puede estar al tanto usando las funcionalidades de Microsoft para compartir un calendario, documentos, contactos y citas, de forma que pueda ver el devenir del trabajo diario de sus empleados sin interrumpirlo. Puede leer más al respecto en el capítulo 25, Cómo tener empleados más productivos.

Si su modelo de gestión se aproxima más al enunciado en la teoría Y o en la Z, ponga el énfasis en el software de comunicación. Los programas de correo electrónico y de mensajería instantánea, y el uso de una intranet como vehículo de comunicación interna en la empresa pueden ayudarle a canalizar ese esfuerzo de comunión con sus trabajadores. Por supuesto que debe ir mucho más allá para que funcione, pero hágale caso a Pedro Almodovar y comience hablando con ellos. La tecnología le ayudará a pasar el primer trago, y además le permitirá abrir un cauce de comunicación más sincero.

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